25.8.07

Botánico

(De los peligros del placer)


– Nunca podría ser bruja, porque algunas plantas…

– ¿Cuáles plantas?, interrumpió él distraído.

– Esas, dijo ella señalando con su índice derecho un peyote en flor. – Las plantas psicotrópicas me provocan alergia mortal.

– Suerte que no soy una, rió él guiñando un ojo, y asiendo su mano continuó el recorrido entre decenas de plantas y flores de la botánica nativoamericana.

Ella se aferró a esos largos dedos que conocía con la humedad de su boca y cada oquedad. Con sus suaves facciones indicando gravedad, de puntillas, acarició su oído en un susurro:
– No sé cómo decirte esto, pero creo que soy alérgica a tu semen.

– Pues yo te veo viva y sin picazón, murmuró él, soltando una risotada con ardiente complicidad.
Y la abarcó con ternura, llevándola en brazos al carro entre miradas de curiosos.

– ¿Sabes qué fantasía tengo?, dijo él entre caricias de fuego por la autopista.

A horcajadas sobre su sexo, ella gritaba de placer, cuando el impacto del camión la sacudió expulsándola, tras el disparo líquido del hombre letal.

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